Chiclayo tal vez nunca estuvo tan mal como ahora, pero no cabe duda que dicha responsabilidad recae en todos sus actores políticos, incluida la población, y es que nuestra ciudad carece de actores políticos de nivel, de ciudadanos capaces de formar y conformar cuadros que encaminen un nuevo liderazgo, ahora más que nunca necesitamos de conductores más que advenedizos, de gestores públicos a compradores de votos, en suma, de verdaderos gobernantes y administradores de la ciudad.

Nadie en su sano juicio eximiría de responsabilidades a Beto Torres, no obstante, tenemos una población que alegremente voto por él, sin más argumento que la empatía y el efecto del bombardeo publicitario, ahora que el alcalde siente la llegada de su posible final y su segura muerte política, no quiero subirme al carro, estoy seguro que casi nada bueno nos espera en el futuro inmediato.

Y aunque suene a depresivo, Chiclayo no tiene minera de salir del hoyo a corto plazo, no solo por lo complicada que esta la situación financiera de la comuna, también pasa por la carencia de cuadros políticos en nuestra ciudad.

Lamentablemente, así como el modelo primario exportador aplicado en el Perú es sacramentado, y sus albaceas lo fundamentan como el “pensamiento correcto”, en Chiclayo hay quienes creen que votar por el que más propaganda paga; es votar por quien se debe. Ante esta realidad solo concluimos en un resultado; muerte cerebral (entendida políticamente).

Aunque pecaría de optimista, es hora de cambiar el libreto, pensar en el futuro, reflexionar y no jubilar permanentemente nuestra memoria, hay que trabajar y pensar para no volver a elegir a candidatos como Beto Torres ni Concejos patéticos como los de ahora, es hora de repensar políticamente la capital de la región.