Capital de los hedores
Chiclayo que era la ciudad de la amistad y el radiante sol, se ha transformado en la ciudad de los hedores, están por todos lados y se presentan en todas sus versiones, están en las aguas, el barro y los nubarrones sólidos, andan en el aire y con nosotros a pie, nos acompañan en el micro, en la esquina, en la cartera, en el pan y en la siesta.
Y es un mal que socava nuestra honra, enferma de carácter terminal nuestras narices, deprendan el aire y contaminan nuestros nombres.
Crece el hedor y de resultas del colapso de los desagües, aumenta geométricamente como el cambio climático a 100, 200, 1000, 10,000 años y no hay solución que lo contenga, trova que lo denuncie, nunca Betito estuvo tan malo, perverso e indiferente, señor alcalde se muere el buen aire que jamás estuvo tan mal, migra la dignidad de una ciudad con sus visitantes y sus impresiones, y a usted le da igual.
Nunca el asfalto vistió sus tarjes fúnebres con barro pestilente, nunca las aceras soportaron tanta agua negra y barro podrido, y como digo que ya no basta con taparme la nariz, la cabeza el sobaco, que no puedo con tanta migraña y tanta con gestión nasal, ver muerta a la limpieza, inútil a la escoba, al mandil, a la gorra.
Señores habitantes de Chiclayo, señor alcalde, estimado Betito nunca estuvo la mugre y el hedor tan robustecido, mientras nuestras narices solo pueden sumergirse en nuestro imaginario.
Hermanos hay muchísimo que hacer, pero Betito no lo hará, eso sí parece ciertamente trágico.